La pregunta de 

Melchor Marín

Por Emmanuel Rosas Chávez

Reseña de Javier Cercas. Terra alta, Editorial Planeta, Madrid, 2019, 333 pp.

Quizá el de escritor sea el único trabajo al que se le cuestiona su función. Allá por 1967, en un encuentro en la Universidad Nacional de Ingeniería en Lima, Perú, el entonces joven novelista Mario Vargas Llosa preguntaba al también joven Gabriel García Márquez sobre la utilidad de los escritores. Según el novelista peruano, uno rara vez se cuestiona para qué sirve un médico o un ingeniero, lo cual no ocurre con los escritores, pues incluso quienes piensan que dicho oficio sirve para algo no saben exactamente para qué. Considero que para tratar de responder esta pregunta hay que plantearla de un modo distinto y preguntar no tanto por el oficio sino por su creación: ¿para qué sirve la literatura o, más precisamente, la novela?

La novela o, mejor dicho, la idea de novela consiste en narrar una historia —ficticia, en principio— en la cual se asiste a las peripecias de una serie de personajes. Pero una novela no se define por el simple hecho de ser una historia, sino por cómo ésta es contada. La novela sobre todo es forma, de ahí que también sea un género devorador, pues en ella caben otros géneros —el ensayo, la crónica, la biografía—, que no son sino sólo otras formas de contar una misma historia. La libertad de géneros que admite la novela se debe a que su principal ambición es responder a una pregunta, para la cual no propone respuestas y sí, en cambio, más preguntas. 

Las novelas de Javier Cercas están armadas de esta manera: a partir de preguntas. En Soldados de Salamina, por ejemplo, se cuenta la obsesión de un novelista venido a menos con un episodio de la Guerra Civil española en el que un joven republicano perdona la vida a Rafael Sánchez Mazas, poeta, fundador e ideólogo de Falange. ¿Quién fue ese soldado? ¿Por qué dejó escapar a Sánchez Mazas, futuro ministro de Franco? Esas son las preguntas que están en la superficie del libro, aunque su cuestionamiento más profundo es sobre las posibilidades del heroísmo. Incluso Anatomía de un instante, que parecería más una crónica, un ensayo o un libro de historia, admite una lectura novelesca. En este libro, Cercas no se pregunta, a diferencia de como lo haría un historiador, por los hechos del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 en España. Tan sólo se interesa en un instante, el instante en que Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo permanecieron sentados en sus escaños mientras los golpistas hacían oír sus balas en el Congreso de los Diputados. ¿Qué significó ese instante para la joven democracia española?, es la pregunta que recorre el libro.

O El impostor, libro que indaga en la vida de Enric Marco, un octogenario barcelonés que durante casi tres décadas se hizo pasar por sobreviviente de los campos de concentración en la Alemania nazi de Hitler; por lo cual había concedido entrevistas y conferencias, había recibido homenajes de otros sobrevivientes y distinciones oficiales del Parlamento español, hasta que en 2005 su impostura fue descubierta por el historiador Benito Bermejo. Y El monarca de las sombras, novela que narra la historia de Manuel Mena, tío de la madre de Javier Cercas, quien murió en 1938 a los 19 años en la batalla del Ebro luego de haber combatido por una causa injusta a lado del ejército de Franco; y que sin embargo siempre fue visto como el héroe de la familia. ¿Quiénes fueron Enric Marco y Manuel Mena? ¿Por qué Enric Marco se inventó un pasado heroico y lucró con él? ¿Por qué Manuel Mena, “un muchacho pundonoroso y desengañado de sus ideales”, a pesar de haber luchado en el bando equivocado podía ser recordado como un “joven noble y puro”? Estas son las preguntas que esconden las novelas. Pero acaso el cuestionamiento de más calado sea sobre las fronteras éticas de la literatura: ¿entender las mentiras de Marco equivale a justificarlas?, ¿entender por qué el joven Mena lucho en el lado franquista significa justificar sus ideales que, desde el punto de vista político y también moral, eran los injustos? No. La literatura no absuelve, navega en la ambigua realidad.

 En Terra alta no hay reflejos estilísticos de las obras anteriores de Javier Cercas: la voz no es autobiográfica, el pasado histórico deja de ser protagonista para convertirse en escenario y los juegos metaficcionales son sustituidos por el thriller policiaco. Su trama podría resumirse así: En la comarca de la Terra Alta ocurre un terrible crimen, el asesinato del matrimonio Adell, dueños de Gráficas Adell y una de las familias más adineradas de la región, así como de la criada que vivía con ellos. El caso le toca ser investigado a Melchor Marín, un joven policía recién llegado de Barcelona. Poco a poco vamos conociendo más sobre Melchor Marín: hijo de una prostituta asesinada, delincuente que en su paso por la cárcel se hace admirador de Víctor Hugo y, tras su salida, como mosso d’esquadra se convierte en héroe durante los atentados islamistas de Cambrils en 2017. Cuando por fin van apareciendo los sospechosos del asesinato de los Adell, por falta de pruebas los policías que encabezan las investigaciones, salvo Melchor Marín, parecen ir cerrando el caso. Marín, implacable justiciero, no renuncia y por su cuenta trata de resolver el crimen de los Adell e incluso desarchiva las investigaciones del asesinato de su madre. ¿Quién asesinó a los Adell? ¿Quién mató a la madre de Melchor Marín? Estas parecen ser las principales preguntas de Terra Alta. Y sin embargo.

Terra alta conserva las preocupaciones literarias de las anteriores novelas de Javier Cercas. No ausculta la realidad para juzgarla, sino para entenderla y hacerla más compleja. La principal indagación de Melchor Marín no es sobre los culpables de los crímenes, sino sobre el sentido de la justicia. ¿Es la justicia sólo cuestión de fondo o también de forma? ¿Renunciar a la búsqueda de justicia a veces puede ser lo más justo? ¿La justicia puede derivar en injusticias? En este punto, valiéndose de la devoción de Melchor Marín hacia Víctor Hugo, Cercas dialoga con Los miserables del escritor francés. Y aquí Melchor Marín se hace otra pregunta: ¿quién es el verdadero héroe de Los miserables, Jean Valjean o el inspector Javert? La respuesta a todas las preguntas es el libro.


Ilustración: Coctecón