La invensión de la soledad, Paul Auster

Por Montserrat Ramírez

Paul Auster. La invención de la soledad. Madrid: Edhasa, 1982.


En La invención de la soledad, Paul Auster entrelaza dos perspectivas: la visión de un hijo adiestrado para conservar la tradición familiar, quien, además, estaba convencido de que su padre, aunque ausente emocionalmente, fue el mejor arquetipo que se dijo ser al momento de enseñarle:

Un día hay vida. Por ejemplo, un hombre de excelente salud, ni siquiera viejo. Todo es como era, como será siempre. Pasa un día y otro, ocupándose sólo de sus asuntos y soñando con la vida que le queda por delante. Y entonces, de repente, aparece la muerte.

Y la narración del autor como padre, que no se olvida de su destino literario ni deja de lado la vida con su hijo. Se anudan estas dos formas de paternidad en la historia de vida del propio Auster. Lo interesante es que él hace visible la relación entre ambas ahondando en el significado de la soledad:

Como cualquier otra cosa en su vida, él [mi padre] sólo me veía a través de la bruma de su soledad, a una gran distancia de sí mismo. Creo que para él el mundo era un lugar lejano, un lugar al que nunca logró penetrar de verdad; y allí, a la distancia, entre las sombras que aleteaban a su alrededor, yo nací, me convertí en su hijo y crecí, como una sombra más que aparecía y desaparecía en el oscuro ámbito de su conciencia.

La soledad se torna en la descripción de la historia de su padre o, mejor, en la característica que lo define como un ser casi invisible: solitario, pero no en el sentido de encerrarse en sí mismo para descubrirse a través de la introspección, ni tampoco solo en el sentido de sentirse abandonado, sino la soledad como forma de retirada, para no tener que enfrentarse a sí mismo, para que nadie más lo descubriera.

Como si fuera un autómata de conducta irreprochable pero cuyos sentimientos yacen en quién sabe dónde.

De ahí que en esa primera parte de la obra Auster intente el Retrato de un hombre invisible: su padre; su muerte repentina detona el inicio de la historia y de una reflexión que se desarrolla en 3 momentos clave: el primero es cuando, después del sepulcro, comienza a desocuparse la casa, sobreviene la venta de los muebles, los recuerdos a través de objetos, la sensación de describir una fotografía desde la infancia. El segundo, es cuando recuerda su niñez y cómo fue ésta al convivir con su padre: Mi recuerdo más temprano: su ausencia. Durante los primeros años de mi vida, él se iba a trabajar por la mañana temprano, antes de que yo me despertara, y volvía a casa mucho después de que me acostara. Yo era el niño de mamá y vivía en su órbita. Era como una pequeña luna que giraba alrededor de su gigantesco orbe, una mota en la esfera de su gravedad, y controlaba las mareas, el clima y las fuerzas del sentimiento.

Luego, se detiene en el asesinato de su abuelo: 23 de enero, 1919, Ana Auster, su esposa, le disparó tres veces: “Disparé contra el susodicho Harry Auster porque él me maltrataba. Cuando disparé contra él estaba como loca.” Es inevitable volver a la frase proverbial “un día hay vida…”, la violencia del abuelo y la muerte que lo envolvió súbitamente dejan entrever, para Auster, el por qué del desapego emocional de su padre. Así, por medio de creencias, actitudes y recuerdos el hijo reconstruye o, mejor dicho, interpreta, la figura del padre. Auster se sirve de la primera persona para darle un tono personal a la narración.

La segunda parte titulada El libro de la memoria es una narración de la vida y de las fuentes de inspiración de un escritor solitario; organizado en 12 volúmenes. En la primera parte, La invención de la soledad, menciona el autor que escribe un libro con el fin de preservar la memoria de su padre; pronto caemos en la cuenta de que tal libro es este.

En el curso de la lectura uno se encuentra con los distintos espacios, las personas y las obras que Auster tomó como inspiración para su escritura. Pero a él no le interesa dar cuenta de su vida como escritor ni mucho menos justificar sus obras, sino explicar cómo es que él recurre a soledad y crea un espacio de reflexión para sí mismo y su padre:

A. advierte que, en forma similar, cuando él se sienta en su habitación a escribir el Libro de la Memoria, cuenta su propia historia hablando de sí mismo como si fuera otro. Para encontrarse, primero necesita ausentarse, y por eso dice A. cuando en realidad quisiera decir “Yo”, pues la historia del recuerdo es la historia de lo que se ha visto.

Auster reconstruye su propio papel como padre a partir de episodios donde convive con su hijo y el temor que siente de perderlo ante una ruptura matrimonial que le impide verlo tanto como quisiera.

Por resumir: la novela-ensayo que nos ofrece el célebre autor estadounidense se trata de un hijo que observa a un padre solitario y de un padre solitario educando a su hijo.