Una guerra oculta en el trópico


Raúl González

Lucio Cabañas Barrientos es un nombre que no suele figurar en los libros de historia. Casi siempre se ignora su lucha, quizás porque su guerrilla fue aplastada por el Estado, o bien, porque su campo de acción se concentró en la sierra de Guerrero. Carlos Montemayor recogió su guerra y la convirtió en novela.

Ambientada en un paisaje vivo, la historia que el autor nos presenta en Guerra en El Paraíso, es una crónica descarnada sobre un conflicto desarrollado entre finales de 1960 y principios de 1970 en Guerrero. Conflicto en el que los campesinos se enfrentaron contra el Estado; hartos de las injusticias a las que se encontraban sometidos, decidieron tomar el camino de las armas.

Liderados por dos profesores normalistas, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, se internaron en las montañas, aprovecharon el terreno agreste para camuflarse entre palmeras y robles, combatiendo a salto de mata, sobreviviendo con los recursos de la naturaleza y el apoyo de los pobladores.

Su lucha no se redujo a la guerra de guerrillas, la organización de los cabañistas derivó en la creación del Partido de los Pobres (PDLP) y la Brigada Popular de Ajusticiamiento, dos estructuras que al mismo tiempo que sirvieron de organización política, reclutaron hombres, secuestraron terratenientes y formaron alianzas con otras agrupaciones similares como la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Inspirados en el marxismo, durante la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica, y con la guerra fría como telón de fondo, proliferaron movimientos armados que tenían por objetivo instaurar el socialismo como régimen. Por ejemplo, en Nicaragua, Perú, Argentina y Uruguay. El paradigma de la revolución cubana, representó una señal ineludible que los convocó a empuñar las armas.

Con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), el sueño socialista se agotó. Y si bien, en 1994, en Chiapas se registró un insólito alzamiento guerrillero, la estrategia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) resultó desligada de los grupos insurgentes que le precedieron.

Mientras que en Europa la violencia política se expresó a través de fenómenos como el terrorismo y las guerras étnicas, en América Latina, las guerrillas, (urbanas y rurales principalmente) constituyeron la esencia de los movimientos armados.

La riqueza descriptiva sobre la que está construido el relato, nos sumerge en el Guerrero de los 70s; un estado rural dominado por la pobreza y la desigualdad, separado por una naturaleza indómita que sirve como trinchera para los guerrilleros y cuartel para los soldados. Incluso, gran parte de la montaña tuvo que ser intervenida para beneficio del ejército. Así, lo que era una sierra complicada de transitar, terminó por ser una red de carreteras, acondicionadas con casetas telefónicas para una comunicación total en lo más alto de la sierra. Las tiendas de CONASUPO no fueron más que una vía para detener a posibles colaboradores de la guerrilla.

Se trata de una polifonía en la que todos los actores hablan, es por eso que además de seguir los pasos de Cabañas, conocemos el más mínimo detalle de las operaciones militares desplegadas por el ejército. La obra se mueve entre dos mundos: el de los vencedores y el de los vencidos, casi siempre se dedica a exponer su relación.

Y por más que el discurso del régimen se empeñó en negar las injusticias y los atropellos hacia los habitantes, la realidad se impuso. Los periodistas locales fueron incisivos en cada cuestionamiento, denunciaron todos los atropellos, informaron sobre las operaciones militares, cimbraron a las autoridades con los titulares que publicaron: “la guerrilla de Cabañas mata soldados al por mayor.” Guerra en el Paraíso también nos habla de una lucha mediática.

Alrededor del protagonista de esta historia, se encuentran personajes complejos. Mario Moya Palencia, un operador a la cabeza de la Secretaría de Gobernación, el implacable general Hermenegildo Cuenca Díaz en la Secretaría de la Defensa Nacional secundado por una veintena de generales y oficiales, acompañado de su hijo, el negociador al mismo tiempo que senador, Rubén Figueroa, curiosamente, el “Gran Solitario de Palacio”, el presidente Luis Echeverría, es representado como un personaje incidental que se limita a delegar los hilos del poder para la solución del conflicto.

El tiempo en el que se mueve la historia se compone de digresiones que van de 1963 a 1976. A ratos sobrevienen los recuerdos de Lucio Cabañas, de cuando se hizo normalista en Ayotzinapa, del mitin en el que fue sacado a empujones por la multitud para evitar ser capturado por agentes de la policía judicial. En otros pasajes, asistimos a las emboscadas de los guerrilleros, la narrativa es tan poderosa que casi es posible imaginar el olor de los rifles calientes, los sollozos de los heridos y la levedad de los muertos.

Como respuesta a la guerrilla, el gobierno echa mano de todos los recursos para sofocarla. Batallones de infantería, vehículos y helicópteros, asesoría de los “boinas verdes” norteamericanos, la tortura y la desaparición, lo que sea necesario para terminar con los rebeldes. La mayoría de las veces se vale de estos dos últimos, la política del palo, la que siempre resulta ser efectiva para los intereses del poder.

Precisamente la lucha de Cabañas no surgió de la noche a la mañana, es una guerra que viene desde la revolución, cuando Emiliano Zapata y sus tropas ocuparon la región, extendiendo su campo de operaciones más allá de Morelos. A Zapata lo traicionó Guajardo por órdenes de Carranza. Jaramillo y su familia fueron brutalmente asesinados tras deponer las armas. A Cabañas lo traicionó su tío por órdenes del gobierno. La historia se repite.

De ahí que la sabiduría de los viejos campesinos sea una constante: “El gobierno es traicionero, Lucio. Lo ha sido desde que yo lo conozco. Ya no va cambiar, pues” (p.155). Aun sabiéndose acorralado después del secuestro de Figueroa, Lucio peleó hasta el final, hasta que las pocas municiones que le quedaban se agotaron, hasta que sus hombres cayeron abatidos. Y a pesar de su derrota, en su último aliento, entendió que la revolución todavía estaba por hacerse.

Oriundo de Parral, Chihuahua (1947), Carlos Montemayor fue un destacado lingüista, poeta, académico, escritor y periodista. Abogado de profesión por la Universidad Nacional, maestro en Letras Iberoamericanas por la misma institución. Colaborador de diferentes medios de comunicación como Plural, Excélsior, Revista de la Universidad de México, Diálogos y Casa del Tiempo, solo mencionar algunos.

Comprometido con la preservación de las lenguas indígenas, miembro de diferentes academias de la lengua. El tema de la guerrilla y el funcionamiento de los aparatos de seguridad, ocupa un papel central en su obra. Las armas del alba, La guerrilla recurrente, Los informes secretos, Las mujeres del alba, son otras de sus novelas.

Publicada en 1991, esta novela lo hizo acreedor del Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada, otorgado por la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto de Bellas Artes. Guerra en el Paraíso es una lectura obligada para tener un panorama completo de la guerra sucia, igualmente, es imprescindible para entender la guerrilla mexicana del siglo pasado.


Ilustración: Carlos Espadas

Acerca del autor

Estudiante de historia por la Facultad de Filosofía y Letras. Articulista y miembro del Comité Editorial de la Revista Consideraciones.